Ø
La necesidad de saber. Los
adultos tienen necesidad y quieren saber por qué han de aprender una cosa antes
de emprender un proceso de formación. Un primer paso por lo tanto es la
necesaria toma de conciencia que un adulto exige sobre la utilidad, pragmática o poética, de lo
que va a aprender. En este sentido a un adulto ya no le
vale el ir a estudiar porque le toca por edad. El va libremente y quiere saber
dónde se mete y para qué.
Ø
El auto-concepto del adulto es distinto
del adolescente. Los adultos se consideran responsables de sus
propias decisiones en la vida. Tienen, por lo tanto, una profunda necesidad
psicológica de ser tratados por los otros como personas capaces de auto-dirigirse
en la vida. Las relaciones que se han de establecer con las otras personas que
intervienen en su aprendizaje han de respetar unas mínimas reglas democráticas y comunicativas que
rompan las tradicionales dinámicas de dependencia o de imposición del
maestro.
Ø
La compleja intervención de la experiencia en
el aprendizaje adulto. Aprender de la experiencia. Los
adultos no solamente tienen más experiencia de vida que los adolescentes, sino
que tienen también una experiencia de vida diferente. Experiencias como la del
trabajo a tiempo completo, la del matrimonio, la del voto, la de alguna
responsabilidad ciudadana... no se han tenido de adolescente. ¿Qué hacer con
tanta experiencia de vida y cómo integrarla en la construcción de nuevos
aprendizajes? Los adultos quieren construir su futuro con su pasado, con su
experiencia y no solamente con el saber académico que obtuvieron antes sino
sobre todo con el saber que les dio la vida. Muchas veces la primera
riqueza de aprendizaje está entre ellos mismos, que necesitan
ponerla en común, estructurarla, completarla, terminarla de comprender. En este
sentido, es verdad que el pasado agiliza y acelera el aprendizaje porque lo integra en una dinámica de sentido
para el interesado, pero otras veces lo puede frenar porque suele resistirse al
cambio y a la integración de nuevas informaciones.
Ø
Aprender contra la experiencia o desaprender. Para
ciertos autores los conocimientos populares son conocimientos a desmontar si se
quiere tener un conocimiento científico de la realidad. En este sentido, el
saber popular es una rémora y un obstáculo y obliga a que el adulto con saber popular dé un salto epistemológico. Una
ruptura epistemológica, en términos de Bachelard, es la que
se tiene que producir entre el saber popular y el saber científico. Migne,
Roqueplo y Lesne, defienden la teoría de que
el conocimiento anterior es un obstáculo y establecen la necesidad de una
pedagogía de la refutación o de la rectificación. Hay que aprender contra y no
con las representaciones adquiridas en la experiencia.
Ø
Aprender transformando la experiencia. En los
años setenta comienzan nuevas investigaciones que revalorizan la experiencia de
los aprendices. Autores como Giordan y De Vecchi elaboran
una teoría intermedia entre la pedagogía
de las representaciones, que defiende el aprendizaje adulto a partir/y con los conocimientos adquiridos
en la experiencia y la denominada pedagogía
de la refutación que defiende lo contrario, el aprendizaje científico contra las representaciones
populares. No se puede refutar directamente un saber anterior, muy resistente a
cualquier argumentación por muy elaborada que esté, porque ese saber popular
anterior está muy conectado con una estructura coherente más amplia, el
pensamiento del adulto, que tiene su lógica y su sistema de
significaciones propias. Solamente a través de una confrontación dialéctica entre distintas visiones, un
determinado saber puede ser rectificado. En esta perspectiva sólo puede haber aprendizaje si se establece una relación dialéctica con
los saberes anteriores y contra los saberes anteriores. En este caso no se
trata de sustituir los conocimientos populares por conocimientos científicos
como pretendería la pedagogía de la refutación o de legitimar automáticamente
los conocimientos populares en conocimientos científicos como pretendería la
pedagogía de la representación, sino de transformar los conocimientos populares en conocimientos
nuevos.
Ø
La voluntad de aprender. Los
adultos asimilan mejor los conocimientos, las competencias, los valores y las
actitudes cuando éstas se presentan en un contexto de aplicación a situaciones reales.
Ø La
libertad de aprender. Los adultos aprenden porque quieren, no por
obligación y son mucho más sensibles a motivaciones intrínsecas que
a motivaciones extrínsecas.
Referencias:http://www.ite.educacion.es/formacion/materiales/125/cd/unidad_3/la_andragogia.htm